La estela del D’Elhuyar
Para muchos, el 92 era el año de los Juegos Olímpicos de
Barcelona. Para mí, el año de Dinamarca, ya que hicimos un intercambio con
dicho país, y eso fue el principio de varios viajes e intercambios posteriores,
con Inglaterra y otros países. También fue el año, junto con los posteriores,
en el que conocí a personas muy valiosas que aún forman parte de mi vida. Se
creó un grupo de profesoras que se animaba a viajar juntas, grupo que sigue
funcionando actualmente. Aún recuerdo la cara de asombro y estupor de un
lugareño cuando nos fuimos bajando las 13 mujeres del vehículo, en aquel
nuestro primer viaje juntas.
En cuanto a mis alumnos, puedo decir con satisfacción y
orgullo que varios de ellos están trabajando en mi centro actual. A otros les
he vuelto a ver y sigue ahí su misma amabilidad y buen talante de aquellos años
compartidos en el D’Elhuyar.
Guardo gratos recuerdos también de profesores, compañeros
que además me ayudaron mucho en mis años allí e incluso después, y de quienes
tengo memorias y anécdotas que me hacen sonreír al recordarlas. Y sus consejos
me fueron muy útiles. Recuerdo también charlas en la sala de profesores, en la
fotocopiadora, reuniones, esos claustros llenos de sabiduría, nuestro juego de
la primi y las comidas para celebrar que no nos había tocado, nuestros viajes,
fiestas y celebraciones y más comidas… recuerdo también una muy memorable en mi
bodega.
Recuerdo mi caminar por los pasillos con el radio-cassette y
los libros, haciendo malabares para que no se cayera nada, recuerdo alumnos
aplicados y alumnos bravucones, pero la mayoría de las veces humildes y
atentos, ávidos por aprender y siempre llenos de juventud, a veces alegre y a
veces envuelta en una telaraña de preocupaciones, tal como vemos la vida siendo
adolescentes, como si no hubiera un mañana. Espero haberles ayudado a desenrollar
su madeja de problemas y a seguir adelante. Al menos eso fue lo que intenté y
en algún caso pude comprobar que lo había conseguido. ¡Bien!
Así que cuando me marché a otro centro me fui contenta, pero
un poco de mi corazón se quedó allí, con esas vivencias. Por eso, siempre que
vuelvo me siento como en casa.
Para mí, el D’Elhuyar nunca ha sido un centro más. ¡¡¡Era el
D’Elhuyar!!!
¡Feliz 50 aniversario y a por otros 50!
Olartia Palacios
Profesora de inglés
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